La presentación explora la devastación cataclísmica que implicó la gran transformación que describe en algunos aspectos Polanyi —sobre todo en el aspecto del desmadramiento, o desarraigamiento, desincrustación que implicó una dislocación de los esfuerzos humanos. Una expulsión de nuestras propias vidas, una escisión de nuestros entornos de subsistencia, la erosión, menosprecio o prohibición de nuestros saberes ancestrales, situados, incrustados, enhebrados en el tejido de la vida y la deshabilitación que esto significó en cuanto a saberes, entendimientos y actitudes ante el misterio, que eran pertinentes a situaciones concretas. Como dice Fernández-Savater, saberes que nos permiten ‘habitar’ nuestro entorno, nuestros ámbitos. Ante las crisis de crisis, de las cuales la climática es sólo una —en realidad varios apocalipsis conocidos o menospreciados—, de muchos rincones afloran rupturas a esa inmovilidad, se busca la reconstitución individual o colectiva, se tienden los lazos para establecer la voluntad de estar y ser con otras y otros, y entender, en colectivo, las condiciones que pesan sobre lo local, lo regional y el planeta en su conjunto. De entre todas estas voluntades, puede también arribar un nuevo entendimiento, situado, localizado, actuante en lo cotidiano que, sin representar, más bien active la urgencia de entender, pero también la necesidad de poner en el centro la consideración de los procesos y metabolismos, las responsabilidades necesarias y los horizontes de transformación pendientes.