Imparte: Ana Hounie, Montevideo
Dinamitar el lenguaje. He aquí una provocación que comienza perturbando las dos palabras que nos guían, ambas tan cargadas de sentido como un explosivo escondido en un terreno por el que se transita a diario. Hablar de lo clínico sin deconstruir sus centralizaciones, sin realizar una disolución radical de los reclamos de «verdad» absoluta, homogénea y hegemónica de sus sentidos naturalizados por el discurso médico y psicológico, es caminar en dicho terreno con una inocencia temeraria que no atañe al pensamiento crítico. Por eso cuando de “clínica” se trata, es ineludible ajustar el campo epistémico que sostiene una práctica que bajo la égida de la palabra arde como el fuego.
En este sentido, cualquier decir que se precie de provenir de ese lugar, revela una multiplicidad que nada tiene que ver con la linealidad y urgencia de las eficiencias reclamadas por significantes-amos de una época. Mas bien, aquello en lo que entramos de la mano de una extraña temporalidad, diseña un escenario complejo del que recorremos sus ámbitos múltiples; dimensiones abiertas que alberga la subjetividad cuando ella surge desde un inconsciente que pulsa. Así tomar una metáfora que nos lleva a espacios impensados, acompañados por verbos que se mueven y “verbean”, plegados y desplegados en superficies porosas, hundidos en lo corpóreo y acariciando lo incorpóreo, atravesando agujeros, bordes y superficies de la lengua y del espacio parece llevarnos más cerca de nuestro hábitat lenguajero, nuestro modo de existir.
Si consideramos al texto como una forma de construcción con las palabras en donde éstas se desprenden y viven por sí solas; si develamos sus escondrijos, empujamos a su exilio y asistimos a su retorno intempestivo; nos adentramos en un terreno al que nos aventuramos en llamar clínico.
Así pensado, estos trazos que toman formas y contenidos del mundo sensible, se disponen a habitar un mundo dibujado con hebras de goce. Y despliegan escrituras provocando lecturas que también se escriben. Es la textualidad de lo clínico.
Allí, en ese ámbito cuya fuente encuentra en el griego klinikós el significado de inclinarse en el lecho, en ese espacio que despierta lo indecible de lo irrepresentable, nos vemos expuestos al lugar de los sueños, del sexo y la muerte.
Allí, en ese lugar pleno de notas y silencios es posible visualizar al mismo corpus social expuesto, “extimado” con lo íntimo puesto fuera, lo extranjero vuelto al interior, que lee en ello nada menos que formas de producción de subjetividad de toda una época. Un todo trasmutado en un ínfimo detalle, en un destello, en la vislumbre de una imagen.
Son precisamente estas imágenes la materia de un montaje inédito. Ellas, que con sus sonoridades dejan huella al pasar.
Pero la clínica, por ser una experiencia con las palabras que tocan el cuerpo, no es únicamente oral, pues allí se hace todo lo que con la palabra puede hacerse y por ese movimiento el pasaje del decir a la escritura, no es lineal. Produce discontinuidades en temporalidades diacrónicas que interrumpen cualquier ilusión del progreso: es que la letra es una traza que materializa lo real en forma pujante.
Resulta entonces que la clínica que Freud propició, considerada ante todo como una clínica del escrito, trata de un acto de escritura, des-escritura, lectura, relectura y reescritura, cifrado y descifrado en un interjuego tal, que en su articulación produce un plus, que en el decir más de lo que dice, dice del vacío que lo produce. Así, cada reescritura y relectura, cada nueva apropiación de las palabras, -cuando ésta permite en la extrañeza el advenimiento de lo novedoso-, vuelve a producir el vacío que engendra la creación.
La propuesta es trabajar con escrituras a las que he dado en llamar, “Del viaje de Odiseo a los infiernos o ¿acaso no matan a los caballos?” y “Las partes del ciempiés” que nacieron de mi experiencia clínica. Ellas existen en tanto recrean una y otra vez una verdad como perdida, por eso son ficción. Procuran hacer posible el testimonio de lo imposible. No es engaño, es fingimiento, en el mismo sentido que Pessoa supo decir que el poeta es un fingidor que finge tan completamente bien, que llega a fingir que es dolor, el dolor que de veras siente.
Estos relatos provenientes de contextos heterogéneos, realizados en momentos disímiles, con distintas formas de escritura y en circunstancias diversas de transmisión de lo clínico, que podrían no tener nada en común en su significado, comparten sin embargo la marca que deja el punzón al clavar la palabra en la hoja en blanco.
Al habitar el lenguaje estamos por siempre enfrentados a su inconsistencia, vacilando entre la creencia de ser dueños de nuestros enunciados y la certidumbre de existir más allá de éstos, en la afirmación misma de la enunciación que los produce.
Siempre abiertos al borde del abismo de esta distancia, de esta tensión irresoluble, lo más cercano a la condición subjetiva propiamente dicha es resolverse en ella, fluir entre esas orillas. Ora en una parte, ora en otra, ora en ese movimiento.
Si somos coherentes con el pensamiento que concibe un sujeto escindido por el lenguaje que lo conforma, y disponemos nuestro oficio al trabajo clínico pujando por el advenimiento subjetivo y su ejercicio responsable en el mundo relacional, ¿podríamos estar nosotros mismos en una posición distinta en el acto de transmisión de esa práctica?
Esta pregunta nos sitúa ante un dilema ético. Lejos de la intencionalidad que adscribamos a nuestras propuestas, nuestros modos de relación al inconsciente, a nuestra historia y por lo tanto al amor, al dolor, a la sexualidad, a la muerte, a los miedos, a las preguntas, se pondrán en juego. ¿No es todo ello propiamente nuestra relación al saber y al goce?
Lo que hace presencia en nuestras escrituras es nuestra propia relación con el saber; cuánto admitimos de su incompletud, su disparidad con la verdad, sus impasses. De lo que se trata entonces, es de cuánto hemos estado involucrados con nuestra palabra en un acto que nos implica y nos trasciende al mismo tiempo. Las escrituras, lejos de convertirse en objetos consolidados, devienen marcas de un proceso que al modo de huellas dicen del camino transitado por el pensamiento en el que la subjetividad se juega y nos reinventa.
Modalidad
Presencial en Ciudad de México
Lugar y fecha:
Casa Universitaria del Libro (Orizaba 24, Roma Norte. Cuauhtémoc, 06700, CDMX)
Sábado 7 de junio, 2025. | Horario: 9:30 a 14:30 horas
Inscripción
- Llenar y enviar la solicitud de inscripción disponible en la última sección de esta página. El instituto confirmará la recepción, y enviará la información necesaria para el depósito.
- Cubrir el pago correspondiente.
- Enviar comprobante del depósito o transferencia al correo: administracion@17edu.org
México, Latinoamérica y Sur Global
|
Estados Unidos, Europa y Norte Global
|
|
---|---|---|
Pago en una sola exhibición Fecha límite: 7 de junio de 2025 |
$1,200MXN (aprox $79 USD) | $90 USD |
PayPal MXN | PayPal MXN |
*Montos no aplicables para otras reducciones
- Todos los pagos son deducibles de impuestos.
- Si se requiere comprobante fiscal es necesario solicitarlo en el mismo mes que se realizó el depósito (no se emiten facturas en meses posteriores).
- Se debe enviar al correo administracion@17edu.org la siguiente información:
* Nombre completo
* RFC
* Domicilio completo con RFC
* Constancia de situación fiscal - Estudiantes, maestros y personas de la tercera edad deberán enviar copiar de su credencial vigente.
- El recargo para pagos mensuales extemporáneos será del 10%.
Reducciones:
*Precio especial al pagar antes del 30 de mayo: 900 MXN
Reducción del 20% sobre el precio total anticipado para estudiantes, maestros y tercera edad. Pago en una sola exhibición.
Reducción del 50%% a estudiantes, tutores y egresados de 17.
Formas de pago:
- Transferencia o depósito bancario (residentes en México)*
- Tarjeta de crédito o débito a través del sistema PayPal (residentes en México y el extranjero)
* La información para realizar el depósito será proporcionada en la respuesta a la solicitud de inscripción.