Paul Celan escribió cuatro poemas en los que resuenan palabras y sintagmas de los textos de Freud. El poeta y ensayista Arnau Pons, su traductor al catalán, emprendió la aventura de leer en ellos las huellas del padre del psicoanálisis. Su desciframiento es deslumbrante: según la mirada de Pons, Celan recupera los conceptos psicoanalíticos para refigurarlos y darles un alcance completamente nuevo en su poesía. Pero más allá de la lectura minuciosa de la obra del poeta alemán, el autor invita a acercarse a la poesía con una escucha que no exija que los versos le revelen lo que espera de antemano; una escucha que se preste al asombro, que permita que los textos hablen y que dé las pautas para el advenir del acontecimiento. He aquí la reseña de su libro más reciente.
Por Andreas Ilg
Celan, lector de Freud (Herder, 2015) es el título de una conferencia pronunciada por Arnau Pons en el Instituto del Campo Freudiano de Barcelona en mayo de 2003. Con su título alude de manera sorprendente, “quizás hasta provocadora”, como dice Estela Paskvan, a lo que en el ámbito del psicoanálisis lacaniano “es casi un sintagma lexicalizado: ‘Lacan, lector de Freud’” (p. 10, s.). Y así surge la siguiente pregunta: ¿cómo Celan leyó a Freud?
En una tentativa de respuesta, Arnau Pons explora cuatro poemas de Celan en los que detecta, con precisión y sutileza, las huellas de algunas obras de Freud, e indica la manera como Celan extraía palabras y sintagmas de los textos psicoanalíticos para darles un alcance completamente nuevo en el contexto de su poesía. Además, siendo Pons traductor de Celan al catalán, marca las diferencias que encuentra entre los poemas en alemán y la traducción de Reina Palazón.
Y así, la pregunta en torno a cómo leyó Celan a Freud cambia de rumbo hacia la cuestión de cómo leer a Celan. Y he aquí el planteamiento central del libro: ¿cómo se ha leído a Celan y cómo habría que leerlo? A esta problemática se dedica asimismo el anexo del libro Celan, lector de Freud. Se trata de una conversación que en enero de 2001 mantuvieron Patrick Llored y Arnau Pons con Jean Bollack, helenista y filólogo francés, e importante investigador de la poesía de Celan.
En torno a esta cuestión central se abre una interesante discusión respecto de lecturas que desde perspectivas muy distintas se han realizado de la obra de Celan, y aquí aparece una de las críticas nodales de Pons: “Hay que dejar que los textos hablen por sí mismos, en lugar de proyectar en ellos las expectativas o las experiencias que uno tiene” (p. 16). Esto significa también que, en lugar de asimilar los poemas de Celan a una perspectiva teórica o de que, en interpretaciones precipitadas, se encuentren sentidos que la poesía no sostiene ni indica, se tome la distancia y la paciencia necesarias para entender (también en el sentido francés de entendre, oír) su lenguaje. Pons aclara que “Celan a menudo sirve de apoyo a un discurso que se lo apropia no sólo contra su sentido, sino contra la particularidad de su lenguaje” (p. 113). Esta particularidad es la que también enfatiza Jean Bollack, y por lo cual afirma que “los diferentes sentidos, que recubren el verdadero sentido, responden siempre a intereses y a representaciones establecidas. Si uno sabe superar esto, debe preguntarse qué significa el texto, y después qué me significa, a mí, ahora: establezco un diálogo, el único diálogo justo, entre la obra y yo mismo, que recae sobre la actualidad de la escritura y la actualidad de mi lectura” (p. 163).
La manera atenta y la forma crítica de una búsqueda del sentido radica en la toma de una posición que es capaz de dar cuenta de cómo influyen las referencias propias para cuestionarlas y oportunamente ponerlas entre paréntesis, y así, tal como también afirma Arnau Pons, “dejar que los textos hablen” (p. 16). Cuestión sin duda polémica ya que toda lectura “revela” sentidos, pensando en la “revelación” tal como la entiende Blanchot: “Lo que vela al revelar, el velo que revela velando de nuevo en la indecisión ambigua de la palabra revelar”.
Pons y Bollack se apoyan en el método del desciframiento (explícitamente, por ejemplo, en pp. 88, 92, 111, 156) que, mediante un arduo trabajo de investigación, ofrece hallazgos que Pons documenta en su lectura de los cuatro poemas de Celan en relación con Freud. A partir de estos hallazgos pueden realizarse tentativas de interpretación que se inscriben en lo que Bollack llama “el único diálogo justo” (p. 163). En esto radica el principio de una hermenéutica filológica o crítica (p. 156, s.), y que difiere claramente de una perspectiva hermenéutica filosófica como la de Gadamer. Un excelente ejemplo, que contrasta con la lectura sugerida por Bollack y seguida por Pons, es una interpretación del poema “Todtnauberg” de Celan por Gadamer, que es un claro ejemplo de una interpretación errónea y que, en palabras de Pons, es un intento de “ocultación de verdad histórica, redención de Heidegger” y una muestra de “dudosa ingenuidad” de una “asimilación y destrucción de la identidad del poeta” (p. 115).
El trabajo de desciframiento permite la posterior determinación de ciertos hilos de sentido que atraviesan la obra de Celan y entre los cuales Pons identifica, como cuestión crucial, “la resemantización de la lengua alemana” (p. 101). Esta “resemantización” se efectúa en “una poesía que es capaz de retomar cualquier texto con la finalidad de ponerlo a prueba a la luz de una experiencia irreductible” (p. 76), transfiriendo “a los textos con los que se enfrenta la verdad del exterminio” (p. 33). Un ejemplo es el tercer poema explorado “…y tampoco ningún tipo” (pp. 71-77), donde Pons identifica palabras de “Más allá del principio de placer” de Freud que se incorporan en el poema de Celan: besetzt (“investido” pero también “ocupado”, traducción que justifica Pons), vorbewuβt (“preconsciente”), Reizmengen (“cantidades de excitaciones”, en la traducción de Reina Palazón, y “volúmenes de estímulo”, en la traducción de Pons), entre otras. Pero Pons puntúa que “el mismo acto de retomar [estas palabras] tiene por función replicar o contradecir” (p. 74) mediante una “resemantización” de las palabras, como es el caso de la inserción de los términos Wiederholungszwang (“compulsión de repetición”) en el penúltimo verso y la composición de Bewuβtseins-schotter (“balasto de conciencia” en la versión de Reina Palazón, “grava de conciencia” en versión de Arnau Pons, que sigue a las Obras completas de Freud en castellano) en el quinto verso del poema. Si hay, como afirma Pons, el acto de retomar con la función de “contradecir” (p. 74) y de poner el texto a prueba a la luz de esta experiencia irreductible del exterminio judío (pp. 76, 33), se puede pensar —quizás debería pensarse— “la resemantización de la lengua alemana” (p. 101) con las palpitaciones del “corazón de la memoria”: “re-cordar es hacer volver a pasar por el corazón [cor, cordis]” (p. 29). El diálogo que pone freno a las expectativas y exigencias teóricas es el incesante cuestionamiento que Pons, siguiendo a Bollack, encuentra en el trabajo del “desciframiento”. “Dejar que los textos hablen” ofrece hallazgos como el de un “20 de enero”. No es cualquier fecha, más aún si, como dice Celan en el “El meridiano”, “todo poema tiene su ‘20 de enero’”. El 20 de enero de 1942, refiere Pons, “se decretó la solución final para el problema judío”, la conferencia de Wannsee obviada por Derrida en su obra Schibboleth (p. 26).
Vuelve la pregunta: ¿cómo leer a Celan? Quête et question, ya que, como Celan exige en uno de sus poemas, “Yaces”, poema que Peter Szondi comenta al final de sus Estudios sobre Celan, hay que ir y buscar, investigar con la inquietud de una pregunta y con cierto apremio, ir al lugar, ir al archivo, buscar en las referencias literarias e históricas sendas políticas para rememorar.
En un seminario del 13 al 17 de abril de 2015 en la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México, Arnau Pons mencionó el poema “Yaces” de Celan que termina con los versos “nada / se estanca” y señaló la referencia al drama La muerte de Danton de Georg Büchner. Se trata del pasaje “Una calle” (acto IV, escena 8) donde Lucile lamenta la muerte de Camille en la guillotina y “se sienta en el suelo, se tapa los ojos y lanza un grito”, ya que “nada se estanca”; “la gente camina, el agua fluye”, todo sigue su curso, como si nada pasara, como si no se decapitase al mismísimo hermano… Grita: “¡Viva el rey!” y la guardia se la lleva. Pocos días después, el 13 de abril de 1794, la guillotinan. A la luz del asesinato de Rosa Luxemburg y de Karl Liebknecht el 15 de enero de 1919, al que alude el poema “Yaces”, este “nada / se estanca” surca y fisura profundamente la lengua alemana.
Y este “nada / se estanca” es una cita, una cita sin comillas, cuyas fuentes se tienen que buscar, como otras citas del poema “Yaces” y que fueron extraídas del informe del asesinato de Luxemburg y Liebknecht. Aunque este poema no se discute en el libro de Pons, indica una manera de leer a Celan. Esta manera cuidadosa de un decantado trabajo de investigación que permite una discusión firme con los críticos acuña el valioso aporte de Celan, lector de Freud. Abre un quicio para un debate que puede extenderse incluso a las propuestas mismas de Bollack cuando, por ejemplo, afirma que “hay que saber que el principio dialógico es lo más falso en la interpretación de Celan” (p. 165) o cuando habla del rechazo académico y de las censuras con los que han tenido que confrontarse sus planteamientos (p. 163, s.).
En fin, hallando en la “resemantización” esa brecha en la lengua, nos recuerda, cuando leemos a Celan, esta herida poética que siempre yace hiante.