Colapso ambiental. Pasmo, resistencia ¿estéril?, manos muertas

por Javier Zarza

Hay otros mundos, pero están en este. Hay otras vidas, pero están en ti.

Paul Eluard

Todas las especies están condenadas a la extinción.[1] Lo sé porque vengo de tomar aire y recuperarme del vértigo. Lo extraordinario de la imagen de una semilla es que algún día se convertirá en algo grande… y que por ahora no puedo ver. Estos dos acontecimientos son un síntoma muy claro de las resultas del XXIII Coloquio de 17, Instituto de Estudios Críticos, titulado, por cierto, “Me extingo, luego pienso. ¿Cómo no pensar la caída? Mi cabeza retrotrae ese terrible jueves. Agradezco me haya hecho pre-ocupar, al menos poder escribir. Si todas las especies están condenadas a la extinción, ¿puede pensarse la vida como un territorio de resistencia? El planeta que Tierra lleva por nombre sobrevino. Y no sé. ¿Por qué ocurrió? Fuimos arrojados a este minúsculo punto de la galaxia, habitáculo de la estirpe homínida. A partir de ahí la relación con la naturaleza y el parentesco con otras bestias ha sido irreductible. Del cuidado al deleite, de la admiración a la explotación, de la servidumbre al aniquilamiento y en seguida el ecocidio,[2] y todo junto. ¿En qué punto se bifurcó esa interdependencia? ¿Cuándo la humanidad se destacó de la biósfera? Pienso en los saberes de las culturas originarias, llámense olmecas, quienes experimentaban una cercanía profunda entre los sujetos y su entorno, cuyo hilo que los ataba era la vida. Al cabo que todo ente por estar ahí (ocupa, pisa, nada o vuela entre la tierra) estaba vivo. Asimismo, la finitud de los objetos establecía un problema cosmogónico porque encaminaba al orbe conocido hacía su destrucción inevitable.[3] ¿Puede pensarse la vida como un territorio de resistencia? 

¿A quiénes resistir?

Ser, estar, haber, saber y existir sobre la faz de esta superficie sublunar cobra sentido si se experimentan sobre la base de la jerarquía, la escala, el poder o la fuerza, cual lucha darwinista. ¿Existen otras alternativas? Nos traicionaríamos si los mayas vieron en Ya’axche ‒la ceiba‒, Balam ‒el jaguar‒ o Ixi’im ‒el maíz‒, sagrados todos; la madera, el felino o la simiente, mercancías todas, que brillan en los ojos del cerdo capitalista, acumulador, homicida. Amonedar los recursos y colocarse por encima de ellos es inmanente al hombre, ¿y cuál hombre? La lluvia química habla de este depredador. El curso, agotamiento y contaminación del agua. La desertificación de los otrora campos fértiles. Pesticidas. Manipulación genética. Desaparición de flora y fauna. Comida excremento. Crisis agrícola. Hecatombe. Cataclismo. Devastación. ¡Muerte![4] Por si fuera poco una Economía prostituta. Derecho prostituto. Bioética prostituta. Política re prostituta. Ciencias Naturales, Sociales, Humanidades, prostitutas todas. Ese parásito ruinoso neoliberal, con nombre y apellido, y esas otras prostitutas, cómplices miserables. La voracidad imparable de esta sabandija deseante se ha apoderado de la energía solar, eólica, el mar y sus frutos, la tierra, sus tesoros vivos y muertos, las plumas del ave, los minerales, la piel del oso, la garra del tigre, los insectos, los bosques, las bacterias, los metales, los combustibles fósiles, también se ha adueñado de sus iguales. Al humano le ha arrebatado su tiempo, su cobijo, la piedra donde descansaba su cabeza, sus crías, su alimento y aun el oxígeno que entraba a sus pulmones. Con más comida que apetencia, el exterminador, el nuevo colonizador, se ha valido de incomparables armas. Su modelo diabólico y extractivo, la acumulación por despojo, los medios hipnóticos recreativos y la mercantilización de la vida. Hace más de cinco siglos el americano, y lo mismo el individuo de otros pueblos, ha percibido su tránsito viviente no sólo como experiencia violenta, acompañado de sus hermanos subyugados que la soportan sino además nutriendo la conciencia de la desolación, de la orfandad. Primero ante el colonialismo, después ante el imperialismo, luego ante las relaciones de producción capitalista, ante el neoliberalismo y el terrorismo nuclear y ecológico,[5] adversarios a quienes se resiste. ¿Y cómo resistir a ese poder que sujeta a las poblaciones y las signa bajo el capital y la productividad, legitimando la violencia, el desconcierto, el genocidio más atroz de todos los tiempos? Frente al colapso ambiental nos reivindicamos como herederos de las sociedades nativas para preguntarnos ¿qué ha/hemos hecho?

¿Quiénes resisten?

Me abismo. Escucho los testimonios de la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales y la participación de Andrés Barreda Marín,[6] miembro de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad, durante el XXIII Coloquio “Me extingo, luego pienso” de 17, Instituto de Estudios Críticos. Una espiral de interrogantes y remplazos me sobreviene. La incomprensión o no de las características del medio y antes de eso, un problema que me negaba a ver: el fin. Traigo la fábula, el principio de los tiempos, de los granizos a la ojeriza del viento, o el fuego que nació con el rayo… al exterminio del ecosistema y la grupa de vivíparos con este y muchos estados de comprensión/incomprensión. ¿Hay un futuro? ¿Un futuro que vendrá? ¿Existe un futuro que no vendrá? ¡Muerte! ¿Dónde está nuestro sitio en la trama de mercado en el que la existencia se paga, se cobra y se vende? ¿A dónde fue el Anahuactlalpan de los nahuatlacas? ¿Quiénes resistimos? ¿Los macehuales, los mestizos, los explotados? ¿Cómo hacer de la vida razón de autonomía y resistencia? Somos ¿afortunadas? Conservamos la vida después de las batallas que otras han perdido. ¿Estamos condenadas a vivir en el mundo en que vivimos? Me repongo, al menos eso intento, con un vaso de café cuyo sabor es la ira y haciéndome notar que tal continente parará en algún basurero, afectando al otro. La pregunta que iniciaba el coloquio era: ¿el tema, del caos planetario, nos afecta a todas? ¿Quién creía que era así y quién no? Levanten la mano –fue la instrucción.[7] Me encontré, en ese momento, en las que no. Digo que estando tan cerca no-se-puede-ver-lo-que-se-tiene-tan-cerca, y lo noto con gran decepción. Evadir(me) representa cualquier falacia, un escape de ese espectáculo funesto. ¡Sucumbo! Para las que resistimos hay más hambruna que comida, un sinnúmero de desposeídos, de huérfanos, gigantesca fila de los sin tierra, de los que nada tienen. ¿Qué hacer? ¿Cómo levantar la mano? ¿Cómo no reflexionar con tales ejemplos de agonía, de suplicio? ¿Cómo no meditar la extinción? Evadir(se) puede que sea un paliativo, la manera de ocurrir en el desbarajuste de nuestra morada o en las ruinas que han quedado, como aquellas de los tlatelolcas. A la par, la manera de robustecer al monstruo político[8] maniatado. Y es que ¿se puede luchar bajo la tribulación, teniendo hambre, con presencia paupérrima? ¿La idea de otra sociedad es posible? A mí sólo me queda describir de oídas la náusea.

¿Cómo levantar una mano muerta?

¿Qué nuevas posibilidades éticas se abren al gran monstruo político? ¿O es que solo pueden darse como parte de un destino catastrófico? Si la aparición de alguien significa su partida en el futuro, dan ganas de extinguirse solo por ver la huella que dejaremos. ¿Hacia dónde se dirige la raza del homo sapiens? ¿Cómo problematizar el caos climático planetario? La lucha permanente contra la muerte, contra los modelos económicos, contra los sistemas políticos, contra el sometimiento industrial, contra el Estado, contra la nueva esclavitud laboral, contra la capitalización política de la catástrofe, ha dejado muchas muertes. ¿El resquebrajamiento del sueño falaz, progreso/desarrollo/bienestar/modernidad/libre mercado/democracia ha comenzado? Algunas moléculas han crecido en el inhabitual cotidiano del mundo para curar la tierra. ¿Cómo no reagruparse? ¿Sabotaje campesino obreromujerhombreintelectualestudiante?[9] ¿Parar las máquinas? ¿Acabar con los adversarios? ¿Salir del impasse ecológico bienintencionado?[10] ¿Parir la izquierda de la izquierda? ¿Qué interpretaciones sobran a la Revolución, a la Emancipación? Y si es que estas alcanzan o hacen faltan nuevos vislumbres. ¿Cuál es nuestro papel en la guerra que el Estado y el mercado han extendido contra la subsistencia del animal humano y de su hábitat? ¿La cadena de la ciencia vuelve a ligar sus engarces, el de todas sus disciplinas, para hacer un frente común? ¿Quién más se nos une? ¿Quiénes están interesadas en transmutar lo fatídico? ¿Son factibles los cambios de realidad? ¿Tomar consciencia es ya un tipo de transmutación? Es decir, ¿una conciencia que no esté centrada en la humanidad sino en la totalidad del cosmos? Hoy somos legión. ¡Somos multitud![11] Necesitamos de la tierra. ¡Somos tierra! Por aquellos otros mundos que construyamos en este. Por aquellas otras vidas que están, que vendrán.

 

 

[1] Richard Leakey y Roger Lewin, La sexta extinción. El futuro de la vida y de la humanidad, Barcelona, Tusquets, 2008, 296 pp.

[2] Las referencias sobre el ecocidio datan de 1972, el entonces primer ministro de Suecia Olof Palme en su discurso inaugural de la Conferencia de Estocolmo sobre el Medio Humano centró la atención internacional, por primera vez, en asuntos medioambientales y se refirió de modo explícito a la de Guerra de Vietnam como un ecocidio. Polly Higgins “Proposed amendment to the Rome Statute”, updated in July 2013, <http://eradicatingecocide.com/the-law/factsheet/> (visitada en julio de 2017).

[3] Patrick Johansson, “Escatología y muerte en el mundo náhuatl precolombino”, en Estudios de cultura Náhuatl, 3, 2000, pp. 149-1983.

[4] Naomi Klein, Esto lo cambia todo. El capitalismo contra el clima, trad. Albino Santos Mosquera, México, Paidós, 2015, 703 pp.

[5] Antonio Negri, “El monstruo político. Vida desnuda y potencia”, en Gabriel Giorgi y Fermín Rodríguez (comps.), Ensayos sobre biopolítica. Excesos de vida, Argentina, Paidós, 2009, pp. 93-139.

[6] Presentación en el XXIII Coloquio Me extingo, luego pienso, de 17, Instituto de Estudios Críticos, jueves 29 de junio 2017, Auditorio Alfonso García Robles (CCU Tlatelolco), Ciudad de México.

[7] Benjamín Mayer Foulkes, director de 17, Instituto de Estudios Críticos, en el acto de apertura al XXIII Coloquio…, lunes 26 de junio de 2017.

[8] Antonio Negri, op. cit., pp. 93-139.

[9] La idea de sabotaje obrero viene de Antonio Negri, Dominio y sabotaje, Barcelona, Iniciativas editoriales, 1979, 123 pp.

[10] La invitación de Timothy Morton en “Entrevista a Timothy Morton: Una ecología sin naturaleza” por Roc Jiménez Cisneros, 13 de diciembre de 2016, <http://lab.cccb.org/es/timothy-morton-ecologia-sin-naturaleza/> (visitada en julio de 2017).

[11] Antonio Negri y Michael Hardt, Multitud. Guerra y democracia en la guerra del imperio, Barcelona, De Bolsillo, 464 pp.