De las imágenes en borramiento, los zombies y los desaparecidos

Allí donde la imagen parece borrarse emerge al ser nombrada. En este texto, que evoca instantes de nuestro XVIII Coloquio Internacional: Las tres eras de la imagen, lo hace bajo la magia de la multiplicación. Así, se suceden en la escritura la imagen aterradora con la que se evoca a los desaparecidos, la imagen casi ilusoria del exilio, la imagen de una Virgen inventada pero de eficacia simbólica, la imagen siniestra del zombi, la imagen que danza y la que evoca “la auténtica belleza, la que es pura soltura de existir”.

Por Verónica Vázquez Cangas

There is no Dog.  
Ateo anglófono disléxico

La voz pasiva es un verbo transitivo que se ha mirado en el espejo.
Alex Grijelmo

Como un lienzo en tres dimensiones donde se vacían pensamientos puntillistas, pero impresionistas, pero geométricos, pero hiperrealistas: la imagen vista más allá de sus precisiones, ahí donde empieza a borrarse es donde más da al decir, al nombrar. Hileras de fotos de lo que se borró, lo que ya no está más ahí y que, sin embargo, ha dejado una huella, una traza que seguir con gesto ahora amoroso, ahora temeroso de lo que esos contornos desdibujados contienen. La ausencia que pesa más desde su difusa sombra y que da consistencia a un presente de desapariciones aterradoras y evidencias desoladoras.

Haciendo contrapunto, un pensamiento disruptivo va y viene en el tiempo para trazar paciente un objeto que da lugar a una voz que al delinearlo se perfila, al mostrar su imagen se entona y al presentarlo se singulariza. Sinfonía de palabras y visibilidad, escritura-filigrana que tañe las cuerdas ocultas de lo que la palabra exilio hace resonar en cada uno, un cada quien que se imagina anclado al mundo por lazos que hacen, o no, nudo. Objeto que aparece en toda su materialidad para volver a ocupar un lugar al que siempre retornar, aunque no exista. ¿Es ésta otra ilusión?

Objetos atrapatiempo, una variedad emparentada con los atrapasueños y los quitapesares. Unos que apenas asoman a la punta del lápiz de quien los piensa: una Virgen inventada, por oposición a las aparecidas, cuya eficacia simbólica, permítaseme decir mágica, parece residir justamente en su apariencia a la cual puede parecerse, por fin, una mortal, elemento especular que obra milagros; o lo que podría considerarse en las antípodas de esta mujer-imagen fundacional, el zombi habitante de películas y pesadillas con percutida necedad. ¿Cómo resistir la posibilidad de su presencia?, ¿cómo continuar negando la siniestra familiaridad que su capacidad depredadora confiere a los acosadores, autorizados o ilícitos, implacables y sin rostro?

Otros, decantados por largos trechos de reflexión que conversa con espectros variopintos, con quienes este mago de la diseminación y la cacofonía desentraña lo que ellos ya sabían: ni siquiera el mercado puede vivir de ilusiones. Ahora nos toca seguir pagando su delirante rapacidad, de generación en generación. Ese futuro existe y su filoso analista no nos permite desestimarlo. Pare luz para alumbrar el caos que hemos engendrado.

Hay un momento en que la tecnología y el espacio se confabulan: tengo que hacerme toda oídos para poder danzar. Una voz que quiere llegar de lejos, porque es esperada, deseada a pesar de los ruidos y los ecos que, por momentos, la hacen incomprensible. Imagen desafiante de su bidimensionalidad cuando afirma: “en la danza el cuerpo se siente en vez de saberse […] la danza expone el sí como retorno, el retorno al sí mismo […] El sentido de la imagen remite a sí misma […] es un [signo/figura] de retorno a sí misma, como fijación, figura que no es sino semejanza”. La imagen danza. Ya no volveré a verla como coagulada en un instante, porque es siendo presencia que se repite, como los gestos al danzar y experimentarse puro cuerpo fundido en el movimiento. Evocación de un lenguaje presente desde el amanecer de la humanidad: “la auténtica belleza, la que es pura soltura de existir”.

Imágenes todas evanescentes y danzarinas del XVIII Coloquio de 17, Instituto de Estudios Críticos, Las tres eras de la imagen, punzocortantes escultoras que celebran el diálogo al que me acojo y que agradezco, como cualquier sujeto errante que sueña con volver al oasis.

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Presentación de La escritura, el cuerpo y su desaparición: lectura que es acontecimiento inusualmente lúcido, de elegante y terrible factura. Gracias Marcela.