En busca de nuevos significantes

La variedad de proyectos y palabras presentes en nuestro XVI Coloquio, Universitarios, emprendedores, consultores críticos todos:… se ve reflejada en este testimonio de Miguel Ángel Herrera Moguel que se pregunta y reflexiona sobre ese espacio en común de búsqueda de significantes, de transferencia de significados, donde es posible tanto la manipulación de las imágenes y los discursos, como la disrupción de un mundo alienado a partir de la capacidad analítica, crítica y creativa.

Por Miguel Ángel Herrera Moguel

Se trata probablemente de una casa de los años cuarenta del siglo pasado, adaptada, compartimentada, reutilizada en la diversidad y en la descomposición de sus funciones originales. Al interior, uno empieza a respirar un ambiente relajado y social, el vigor que anima a 17, Instituto de Estudios Críticos y a su espacio vital principal. Se observan mensajes a refugiados, a artistas, a bohemios, a intelectuales… ¿Qué alma lo habita? No tarda en aparecer, en la presentación re-inaugural de un ciclo más, la primera noción en voz del director Benjamín Mayer Foulkes: lo “post”, lo asociado al cambio de dirección, de paradigmas de referencia en un periodo histórico y cultural marcado simultáneamente por la ambigüedad y la polivalencia. Uno debe empezar por trabajar con uno mismo más que con otra cosa. Tolerancia, respeto, procurar el saber, el saber pertinente, el saber crítico, como un ubicarse en el umbral de lo que se puede decir de algo, en la frontera entre lo que se sabe y no se sabe; la criticidad pretende ser la esencia o sustancia del ser y hacer de 17, Instituto de Estudios Críticos. Esta intencionalidad, apuntalada al parecer desde múltiples direcciones incompletas o insatisfechas, tantas como facetas del hacer y saber humanos, del ser humanista, se manifiesta en el pronunciamiento: emprendimiento crítico.

De un vistazo, digámoslo así, se dejan ver trece años de existencia de este Instituto y ocho años del proyecto de posgrados, cuya marca ha sido mantenerse en el debate y ser debatible; tratar de llenar o responder al vacío de uno o del otro mediante este debate, unificarse en torno a la atención de los huecos indescifrables, descuidados, dudar de los sueños descifrables, de las certezas absolutas. No hay un ideal regulador, se dice, parece haber en su lugar una disposición desreguladora; desconstructiva de realidades asumidas con facilidad,  hasta ver su faceta ensoñadora, utópica o fantasiosa; o desconstructiva de sueños hasta ver las formas de su realidad, sus dramas o sus tragedias, su anclaje íntimo y subversivo en los sistemas dogmáticos o en las acciones predispuestas. La voluntad ha sido la de construir o descubrir nuevos significantes ahí donde hacen falta, apostando a la interacción de la diversidad y contradicción de puntos de vista, como la vida y las ciencias naturales de la vida le apuestan a la biodiversidad para la mayor y mejor fortaleza de la evolución o, al menos, sobrevivencia de la vida misma.

Me queda la sutil impresión de haber asistido a este encuentro en un momento especialmente reflexivo y autorreflexivo del motivo y la razón —si cabe este último término— de 17, Instituto de Estudios Críticos. Un repaso re-encauzador, que busca ahondar la brecha ya abierta; profundizarla, en cierto sentido desmitificador, o apuntalar el mito fundacional en la dirección que le dio origen como proyecto, como promesa o autopromesa podría decir Nietzsche. De nuevo, parecieran estar en la conciencia de construir y desconstruir significantes, de sumergirse en sí mismos, de invitar a sumergirse a su comunidad en su propia obra colectiva, consultándose crítica y mutuamente, interpelando los motivos y razones de la diferencias, intentando llegar hasta los límites de lo explicable, como una implosión poderosa y voluntaria que, cada vez más enroscada, termine devolviendo, con la misma potencia, la perspectiva de nuevas alternativas, nuevas obras enriquecidas y creativas, acontecimientos relevantes “de utilidad y dignidad humanas”, tal como dice Kant en el prólogo de su obra crítica. El desgarre parece inevitable, si hay éxito en la empresa.

Por algún mecanismo inconsciente recordé mi primera juventud cuando en los pasillos de la escuela, leyendo algún libro poco común, un entrañable maestro me encontraba y decía, “¡Cuidado! ¡Eso se hace un vicio!”, y continuaba su andar con una sonrisa cómplice. Ahí aprendí el contrasentido provocador de lo literalmente expresado y el papel de las relaciones contextuales. Recordé esto cuando escuché el proyecto sobre la adicción y su relación con la angustia, de Juan Luis de la Mora, adicción como mecanismo sujetador esclavizante de la subjetividad, en cierto sentido destructor de la identidad y de la potencia individual como de la integración colectiva. Como un contrasentido, me pareció que podría haber algo de real, algo de semejanza en algún sustrato de lo real, entre eso de la adhesión de la lectura, a la escritura, o a cualesquiera cosas que atrajeran nuestras pasiones y al mismo tiempo nos brindaran una especie de conciencia y autoconciencia, y esa otra adicción como esclavitud; entre esa manera común de percibir, sentir o pensar la subjetividad de la adicción y esa manera inusual de señalar la subjetividad de nuestra adhesión y entrega comprometida y total a alguna obra que nos mantiene intensamente ocupados o preocupados. La contravención lingüística de aquel maestro nos sugiere que no están desligados los términos adicción y adhesión o que no son abismales las distancias entre lo anormal y lo normal, y nos invita a reflexionar.

Hay temas que se discuten hoy en 17, Instituto de Estudios Críticos, que me parecen gigantescos, por el amplio espectro que buscan cubrir en la realidad y su consecuente impacto en la humanidad. Tal es el del biopoder o la biopolítica, como poder sobre la vida desde las esferas políticas, o como el simple poder sobre la vida que permiten las tecnologías. Aunque la noción de poder sobre la vida me parece abarcante, mas no limitativa a lo que directa o inmediatamente afecta las funciones vitales biológicas, me cayó como de rayo pensar en el poder que se ejerce y estructura desde las esferas del poder político y económico a través de los recursos de difusión cultural en sentido amplio y, entre ellos, el que se desliza por significantes transmitidos a través de los objetos, pequeños y grandes, desde un arete, o menos, hasta la ciudad y el territorio que habitamos, o más. El resultado, que podría quizá empezar a sondearse con una revisión de los estereotipos mentales predominantes en los grupos alrededor de los objetos, o predominantemente difundidos con cierta lógica de atención a comunidades clasificadas por intereses mercantiles, políticos o simplemente económicos, pudiese abrir un capítulo relevante para pensar sobre el psico-poder en el análisis más amplio del bio-poder.

Una de las intervenciones más complejas, avanzadas y ambiciosas fue, a mi parecer, la de Sigifredo Esquivel. Por una deformación congénita de mi primera juventud, quizá, al escuchar la intención de desarrollar una genealogía de la crítica literaria desde la perspectiva hispanoamericana y contemporánea, pensé en la Genealogía de la moral de Nietzsche, no precisamente por su contenido, sino por el enorme dispositivo analítico-crítico que hay que desplegar en empresas críticas de esa naturaleza. Un repaso crítico del nacimiento y desenvolvimiento de la crítica literaria hispanoamericana… que demuele los paradigmas teóricos y conceptuales construidos como acomodamiento y conveniencia…

Los temas expuestos en la tarde del primer día fueron especialmente fructíferos en el terreno de mis ocupaciones mentales recientes. Inclusive el estudio de Mauro Villagómez sobre la dislexia me sirvió para identificar mi aparente dislexia a través de los teclados, aunque no manifiesta, hasta donde me he observado, en forma manuscrita. O quizá sólo se debe a un mal adiestramiento en la mecanografía. Pero, lo cierto es que los temas de las tres mujeres participantes en este segundo grupo enseguida engarzaron en mis preocupaciones.

Una palabra que no había oído antes la sentí profundamente pertinente, si es que escuché bien: epistemoscopía. De cualquier forma, si no existe esta palabra habría que inventarla. De acuerdo con sus raíces y uso común podría servir para referir a las relaciones entre examinar o ver u observar  y saber,  y/o en el caso de la exposición de Paulina Tambutti para estudiar la relación entre el ver y el no-saber, o más ampliamente las relaciones entre el percibir, el saber y el no-saber, o no-comprender; una aproximación a estas relaciones mediante la atención crítica a los excesos, las demasías, los lujos en las posesiones, en los hábitos, en los significantes transmitidos en las cosas, en las modalidades visibles o percibibles de las objetos: brillos, metales, marcas, formas y materiales preferidos; en las modalidades gestuales de la gente, podríamos agregar… no exclusivo de las mujeres, quedó apuntado, pero ya identificado y problematizado por Paulina en su dimensión subjetivante colectiva.

Y de una manera que pareciera natural, como si al observar con atención termináramos encontrando continuidad y complementariedad en las líneas esenciales de la reflexión, Claudia Cabrera nos habló en otros contextos, artísticos, sociales y políticos, de la significante teatralidad de la imagen y de la representación, que muchas veces motiva la imaginación y la sensibilidad hacia la alteridad mediante la ruptura de la imagen esperada, de la dislocación o desenfoque de la imagen de sí misma, como pudiera ser en la sorpresa provocada en las ficciones artísticas o poéticas, pero otras veces construyendo, por selección de imágenes, convenientes imaginarios sociales falaces como se ilustró en las construcciones publicitarias de las campañas políticas recientes (Enrique Peña Nieto en el encuentro con estudiantes de la Universidad Iberoamericana, por ejemplo) o en el impacto social y psicológico perseguido con las ejecuciones de los sicarios y la difusión de sus ritualidades mediante la manipulación espectacular de imágenes que consiguen transformar una situación profundamente dramática y trágica en el sentido humanitario, en una distracción que en todo caso hipertrofia los significados elementales. La potencia de lo falso y lo aparente en las imágenes, las acciones y los gestos humanos y su relación con la subjetivación individual y colectiva. Pareciera que esto sugiere o revela que los grupos de poder se han adelantado en el dominio y manejo de los recursos y potencialidades de la subjetividad. Vamos a la zaga en la crítica, parece ser.

En el terreno de los estudios que podríamos llamar provisionalmente de «lo objetivo», con datos y referencias duras, Roberto Corona nos develó de forma contundente el doble juego de la política de transparencia-opacidad de las esferas oficiales, mientras que Joanne Trujillo y Andrea Aviña nos devolvieron la esperanza al ilustrarnos la potencia liberadora —disruptora podríamos agregar gracias a la exposición de Gary Hall— de las manifestaciones artísticas respecto a los estereotipos mentales ¿Pero no sugiere lo expuesto la misma presencia intangible? ¿El mismo complejo fondo de dominio y penetración en lo subjetivo mediante la imagen, representación o simulación, unas veces para la creación estimulante y otras veces para la manipulación más flagrante y conveniente de los poderes de facto, quizá también una creación pero en provecho de minorías privilegiadas? No parece haber estado errada la crítica de los primeros marxistas a los materialistas que reducían a una racionalidad lineal, mecánica y objetivizante su lectura del mundo, al señalarles que lo que hacía falta era interpretar al mundo como subjetividad, como actividad subjetiva propiamente humana. Pero parece que todos, amigos y enemigos, tomaron nota.

Dejo aparte el trabajo de Daniela Cruz que da motivo, a mi parecer, a establecer un vínculo más íntimo entre diversas exposiciones. Inscrito en el marco de un problema especializado del psicoanálisis, el de las relaciones entre el paciente y el analista, procura arrojar algo de claridad al problema de la alienación que podría derivarse de las condiciones de la correlación establecida en la dinámica y estrategias de trasferencia psicoanalíticas. Y la alienación podría estar de ambos lados. ¿Pero no es ésta el estado mental en donde uno no se reconoce en la identidad que le da su propia realidad individual subjetiva y en sus relaciones con los demás? ¿No es cuando uno no reconoce su ser, su hacer y su producto y, en otro sentido, el ser, el hacer y el producto de los demás? ¿No es lo que describe la serie de películas contemporáneas de Matrix con una visión catastrófica? ¿El creer que se está en un mundo y ser otro el mundo real e, incluso, ser otro yo el real y no uno mismo? Dilucidar el riesgoso e imbricado camino de la transferencia entre los individuos es uno de los temas relevantes que a mi parecer está en la médula de la labor crítica, pues bien podemos asumir también que no tendría sentido analizar los objetos, cualesquiera que fueran, sin la mirada humana, por decirlo de una manera coloquial. ¿No está en el mismo camino de la transferencia entre los individuos el tránsito de los significados en los objetos? La alienación individual y colectiva, a veces felizmente afirmada, parece ser uno de los rasgos generalizados de la vida contemporánea.

Tal es también a mi parecer la dirección de las reflexiones de Diego Lagunilla cuando el hombre, como ideal, como promesa, como proyecto consciente y voluntario, se convierte de forma progresiva en un componente inconsciente e irreflexivo de un sistema que se mueve en las sombras de la subjetivación alienante. También pudiera interpretarse de esta manera el intento de Eduardo Medina, filosófico, artístico, existencial, un tanto solipsista, como una forma de resistencia interior a un mundo externo que esboza por muchos ángulos formas contaminadas y alienantes del ser y hacer, y que parte de ahí para intentar la disrupción y reconstrucción filosófica, artística o musical de las apariencias, como ir lo más cerca del origen para luego volver con un bagaje primario. Toda forma de contravención me parece válida de explorar.

¿Y no es el “portaviandas” heredado, el de la emotiva exposición de José Hamra el objeto al que se le transfieren los más profundos sentimientos y significados y luego se convierten en un eco indisociable del mismo objeto capaz de devolver y recrear el recuerdo y transferirlo de una manera casi tangible a los demás? De nuevo las relaciones de transferencia de significados entre los seres humanos atraviesan los objetos. En ese sustrato movedizo y difícil de abordar y analizar, en el de la transferencia de significados y en la subjetivación entre los seres humanos, se encuentra la potencia de la articulación de lo falso, de la manipulación, de la alienación. La antinomia parece ser que en ese mismo ámbito se encuentra en movimiento la capacidad creativa, crítica, analítica, que permite vislumbrar la posibilidad de liberación.

Me quedo con otras tantas notas y reflexiones. Todas las intervenciones me parecieron valiosas y provechosas. Hasta las que no incluyo por razones de espacio. Pero quiero dejar expresado en este testimonio personal lo que a mi parecer fue una duda momentánea sobre la pertinencia de hablar del Instituto para favorecer el dar testimonio sobre el Coloquio, con motivo de ciertos antecedentes que soslayaron en alguna medida el tema abordado por el coloquio en turno. Pero, desde mi punto de vista, en lo que pude atestiguar, son indisociables. 17, Instituto de Estudios Críticos ha tenido un origen y una génesis que madura, que sigue madurando. En sí mismo, el título del XVI Coloquio, Universitarios, emprendedores, consultores, críticos todos… es de lo más pertinente. Pero no sólo eso. Irradia ya en varias direcciones según la inserción “objetiva” de los estudiantes y participantes en este Instituto en su mundo total. Desde las iniciativas y productos intelectuales como los comentadas en los puntos anteriores, hasta las aplicaciones expuestas en los terrenos de la enseñanza universitaria, en la educación de los niños, en el desarrollo de perspectivas frescas en lo artístico o cultural, en el campo de la literatura, el teatro, la fotografía, la crítica, el psicoanálisis, la filosofía, la política, etcétera. Como un producto que trasciende a lo práctico social tenemos el ejemplo de la compañera Ana Patricia González que expuso a distancia su colaboración en la organización de comunidades en Campeche, Yucatán y Quintana Roo, esfuerzo que quizá contribuirá a crear los cambios objetivos necesarios en los grupos civiles y populares; los casos de las compañeras Guadalupe Alemán y Josefina Cervera con sus tentativas de impulsar una “literatura que hace y no sólo que dice” entre los niños, o de incidir en la organización de los sistemas y programas educativos. De hecho, las exposiciones del 9 y el 10 de enero, desde mi punto de vista, trataron en profundidad de los conceptos que orientan a 17, Instituto de Estudios Críticos en voz de su director, pero dejando ver que ésta trasciende al Instituto, como una propuesta y apuesta social hacia el emprendimiento crítico en todos los órdenes sociales y culturales.

Los ponentes internacionales y nacionales prolongaron y profundizaron casos en distintos ámbitos económicos, sociales y culturales que pueden inscribirse en la misma tentativa de contravenir prácticas esclerotizadas, estereotipadas o empantanadas en la reproducción irreflexiva de todo género, aun desde posturas prácticas y teóricas contrapuestas. Por tanto, una proyección de esta naturaleza sobre 17, Instituto de Estudios Críticos no será espontánea insertada como está en lo social, económico, político y cultural; la discusión regular de su trayectoria y posibilidades no sólo me parece pertinente, sino que me resulta necesaria.

Por último, apresuraré sólo dos cosas. Lo dicho por los excelentes ponentes dejó entrever pros y contras. Pero ¿qué no los tiene? De alguna forma, un intento de hacer las cosas de manera diferente, creativa y pertinente, provoca un desarrollo. Contemos con eso. Recuperar la sensibilidad y distanciarnos de cierta adiáfora moral introduciendo evaluaciones éticas a las acciones como bien aconseja Leónidas Donskis en “Sobre la universidad contemporánea”. Eso vale para el mundo y no sólo para las universidades. Recuperar la inventiva y el estado anímico creativo y crítico desde los espacios de trabajo, como lo aconseja Gary Hall desde la perspectiva de previsión del impacto de tecnologías disruptivas en ámbitos específicos, en las universidades virtuales, por ejemplo. O el análisis crítico en los estudios de mercado que abrirá la brecha a iniciativas sustentables y ecológicas, ampliará los servicios y la distribución económica, evitará los despilfarros, trabajará desde el interior de los sistemas mercadotécnicos y empresariales, intentará una especie de retransmisión de significantes y significados a través de nuevas mercancías mediante un ejercicio crítico de la consultoría, como nos exponen Cristina Santamarina y Martha Fereyra, cada una a su tiempo. Todos ellos, en esa visión y aportación desde su espacio de trabajo. Todos ellos, sin embargo, reconociendo los límites que el propio sistema global les impone.

Andrés López Fernández analiza y esboza estos límites, y se plantea interrogantes sobre esta versión humanista de la empresa. En lo particular, reconociendo el valor de actuar comprometidos desde donde uno se encuentre y la distinción entre empresa y capitalismo, me pregunto si en algunos de los casos expuestos no se trabaja para hacer más eficiente el sistema de mercado atendiendo precisamente los resquicios descuidados, dinamizando la economía y la lógica del capital ahí donde está fallando. Sobre todo, me pareció un indicio significativo el cuestionamiento crucial de nuestra compañera Maricela Gascón, siempre concisa y profunda, sobre el manejo de la información interna proveniente de las empresas atendidas por las consultorías en la férrea lógica de estudios de mercados frente a las competencias y dentro de los marcos normativos y jurídicos que validan el sistema de mercado. Crucial, ya que esta información privilegiada es relevante para un ejercicio crítico de fondo de la praxis de la consultoría. No obstante, me parece que no hay un sí positivo, ni un no negativo absoluto a estos esfuerzos. Los ámbitos de pensamiento y acción ensayados y expuestos proporcionan la tensión vital transformadora indispensable para generar la esperanza necesaria al management crítico.

En una de esas raras casualidades, terminado el XVI Coloquio, Universitarios, emprendedores, consultores críticos todos:…  y de regreso a casa, tuve la suerte de ver en el autobús una nueva versión de la película del Mago de Oz, Oz, The Great and Powerful, del director Sam Raimi, 2013. Oz, un ingenioso constructor de aparatos y de efectos, admirador de Alva Edison por poseer la magia verdadera de hacer que se manifieste la luz, entre otras grandes obras, a diferencia de él que sólo sabía algunos trucos sencillos. Por una cuestión del destino, quizá, Oz se ve de pronto en un mundo de brujas buenas y malas con poderes reales que le sobrepasan. Los pueblos de ese mundo, aterrorizados e inhibidos por las brujas malas le piden apoyo a Oz, pues ya sabían de antemano que un poderoso mago llegaría a salvarlos. Oz, conocedor de sus limitaciones realistas, reniega de su destino como salvador, pues sus recursos estaban basados sólo en artificios elementales. Pero una poderosa influencia proveniente de la esperanza y confianza depositada en él le hace pensar en la magia de Edison. Es así como Oz, armado de solidaridad, amor y artefactos de proyección de imágenes, maquinarias y juegos pirotécnicos, enfrenta el poder y la magia indescifrables de las brujas malas. Es así como la ciencia le da la mano a la magia y la imaginación se la devuelve a la ciencia, liberando a la  imaginación y a la ciencia de sus demonios limitantes. Agradezco profundamente al compañero artista, mago e ingeniero Ariel Guzic por brindarnos una sensible experiencia donde la ciencia y la tecnología le dan la mano al arte, y el arte le devuelve generosamente el gesto interpretando musicalmente el mundo. Dejo en el ánimo las palabras emotivas de Benjamín Mayer: “Yo pensé alguna vez, que todo lo que escuchaba era música”.