Grietas

por Pablo Caisero

¿Qué hacemos mientras tanto? Lo que podamos. Y si algo podemos hacer es consumir menos desde ya.

Naomi Klein

En el otoño pasado asistí a un congreso de arquitectura en la ciudad de Rosario, Argentina, que tenía por tema central el espacio público. Durante una de las conferencias un joven arquitecto, integrante de un equipo de chilenos que presentaba algunos de los proyectos sobre intervenciones para la recuperación del espacio público, fue cuestionado acerca de la manera como encontraban los caminos para recuperar espacios y demostrar a las comunidades donde intervenían que existían otras posibilidades de convivencia y de rescate. La respuesta fue, aparentemente, sencilla: en todos los sistemas hay grietas y nosotros buscamos esas grietas para colarnos y demostrar que hay otras posibilidades donde antes parecía no haberlas.

Al buscar rápidamente una definición de “grieta”, Wikipedia considera sólo una acepción: “una abertura larga y estrecha producto de la separación de dos materiales”. En cambio, la Real Academia de la Lengua considera tres: a) hendidura alargada que se hace en la tierra o en cualquier cuerpo sólido; b) hendidura poco profunda que se forma en la piel de diversas partes del cuerpo o en las membranas mucosas próximas a ella; y c) dificultad o desacuerdo que amenaza la solidez o unidad de algo.

Durante los días de duración del coloquio “Me extingo, luego pienso”, el recuerdo de los sistemas y sus grietas se hizo presente para ilustrar lo que a lo largo de esa semana escuché y generar en mi pensamiento hendiduras que, aunque poco profundas en apariencia, se habían alargado con los testimonios de la gente de la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales y sus luchas en todo el país.

Las grietas en el tiempo que vivimos son de tal magnitud que amenazan la aparente “solidez” del sistema —un sistema económico en guerra permanente con el planeta y con la misma humanidad. Pero, al mismo tiempo, esas grietas pueden servir de aberturas —por estrechas que sean— presentándose como posibilidades de acción y de cambio. Y también sabemos que el sistema —ese puesto en riesgo por las grietas que parecen dejar ver un “afuera”— es capaz de “secuestrar” dichas posibilidades de acción y venderlas a través del discurso de la sustentabilidad tan aprovechado en el mundo corporativo, al tiempo que refuerzan el statu quo.

¿Qué puedo hacer? ¿Qué podemos hacer?

Quizá al final del día, después de escuchar los testimonios de la ANAA, esta fue la pregunta más presente en mis reflexiones, sin encontrar respuestas concretas: porque cualquier acción requiere ser radical y significa renunciar a alguna de mis situaciones de privilegio.

En los siguientes días comprendí que las acciones pueden venir de diversos frentes y que mis intereses personales bien pueden seguir adelante considerando ese “nosotros” que de pronto hago a un lado para no ser un simple testigo de esa muerta lenta sino para crear otros futuros posibles, para encontrar salidas, como lo hacen esas organizaciones de la sociedad civil que, lejos de los reflectores, se encuentran participando, creando estrategias políticas serias, entendiendo que hacer política es ser responsables de nuestro futuro.

Finalmente, me quedo con la frase de Jean Robert al referirse a Iván Ilich: en el mundo que hoy me toca vivir, ante la desesperanza de la posmodernidad, lo que podemos hacer es renovar nuestra imaginación política estancada a través de las mismas grietas en la estructura del sistema. No es fácil, pero si quienes han perdido todo siguen luchando, no hay motivos para no intentarlo.