Durante todo el siglo XX el actor se mantuvo en su trabajo, en un rol central, irremplazable, pero hacia fines del siglo XX esta figura central comienza a compartir su actuar con medios multimediales, desde mediados del siglo XX como con Svoboda y la Lanterna Mágica. Llegados al siglo XXI la transmedialidad se instala y estamos ante un nuevo paradigma espectacular que es indefinible: entre teatro, danza, instalación, pintura, vídeo, etc. Esto no quiere decir que el actor «tradicional» no siga existiendo, esta ahí, pero ya no esta solo, sino acompañado de algo que le era completamente exterior y que hoy se ha transformado en un interior.