Presentación actualizada del Área de Literatura

Nos congratulamos de anunciar públicamente que Philippe Ollé-Laprune, de larga trayectoria como ensayista, editor y animador cultural, en particular en la esfera franco-española, ha aceptado fungir a partir de junio de 2017 como Coordinador del Área de Literatura de 17, Instituto de Estudios Críticos. Celebramos vivamente el hecho, estamos seguros de que su presencia dará muchos frutos y resultará vigorizante en los ámbitos de la escritura dentro y fuera de México. En seguida, la presentación actualizada del Área, en los términos que orientarán esta siguiente e importante etapa.

En la fragilidad de su presencia, la escritura suscita el asombro, el espanto y la pasión. Desplegada entre una realidad sometida a sus deseos y las quimeras creadas por ella, late a un ritmo cuya singularidad impregna todas sus manifestaciones. Ya sea por el texto mismo, por el proceso que la hace surgir, o bien por el sitio que ocupa en un tiempo y un lugar determinados, se impone un hecho: la escritura no es sino la intérprete de un secreto, anclado en la existencia, que solamente ella puede traducir. Contra el espíritu de un mundo que se engaña en nombre de la claridad, transparencia, velocidad y verdad, la escritura mira hacia la opacidad, la lentitud y la complejidad. Contra la seriedad y la eficacia, nos brinda la ligereza de la fábula y la gravedad de la aparente inutilidad. Si es capaz de desafiar lo absurdo de la vida, es para mejor reconciliarnos con la existencia. La escritura atraviesa el tiempo y nos hace hermanos del Quijote y Ana Karenina, del señor K y la señora Bovary, de Juan Preciado e Ixca Cienfuegos: es la gran utopía real, la construcción de mundos imaginarios que viven adentro del lector. A través de su práctica, logra darle sentido al caos y conserva la memoria de tal proceso. Se construye a partir de invenciones, mentiras, para proponer su propia versión de las cosas, tono y dudas. Desde luego, su vida padece de frenos diversos: los círculos de poder la desprecian, abundan los grupos que prefieren marginarla, y actualmente se ahoga en la sobreproducción textual, agravada por las tecnologías digitales. Sin embargo, su intensidad y su resistencia crecen para hacer frente a tal desafío: existir a pesar de todo; proponer, decir eso que nadie más se atreve. Su consistencia es sin parangón: nada la pude sustituir. Por eso la escritura exigente y sin concesiones, fiel a sí misma, es inmortal.