17, Instituto de Estudios Críticos
Invita al XXXVIII Coloquio internacional y 3er. Foro de megaciudades:
«Realidades urbanas: ciudad producida, ciudad habitada»
Del lunes 20 al sábado 25 de enero de 2025
Museo de Arte Popular
Revillagigedo 11, Colonia Centro, Cuauhtémoc, Ciudad de México
Coordinador:
Lorenzo Rocha Cito
Con: Próximamente
Modalidad híbrida: en presencia y vía YouTube, Facebook e Instagram
PRESENTACIÓN
Hay dos formas de entender a la ciudad como producto. La primera, marxista, plantea a la ciudad como un producto social e histórico en relación con los medios de producción. Henri Lefebvre, David Harvey y otros autores retoman esta concepción para analizar la producción social del espacio urbano. La segunda, relacionada con la mercadotecnia urbana, atañe a la implementación de estrategias comerciales para atraer inversión. En este caso las ciudades se han hecho regir por lemas y se apoyan en la arquitectura y el urbanismo para alcanzar determinados objetivos económicos y políticos. Desde hace cuarenta años se ha impulsado el desarrollo urbano con base en los valores del espectáculo descrito por Guy Debord en 1967, en La sociedad del espectáculo. Sin embargo, quizás ambas formas de comprender a la ciudad como producto sean una sola y se diferencien solo por pertenecer a dos distintas etapas de la evolución capitalista.
En la economía política existen dos conceptos que frecuentemente se interpretan como opuestos, sin serlo: la renta del suelo y la reproducción del espacio social. Aunque tampoco son sinónimos. Más bien serían factores asociados con los mecanismos de producción del capitalismo. La rentabilidad del suelo se relaciona con la escasez del mismo, ya sea para cultivo o para ser ocupado por viviendas. Por otra parte tenemos el suelo ocupado por las actividades sociales y políticas de los habitantes, que propicia la reproducción social. Sin la ocupación efectiva del suelo no es posible la reproducción social. De modo que la rentabilidad económica y los lazos sociales que se establecen en los espacios ocupados por las personas están indisociablemente ligados. El hecho de que las actividades tendientes al refuerzo de los lazos sociales, en apariencia no posean valor comercial, pero requieran de espacio para desarrollarse –y que éstos sí los tengan– implica que lo social quede sujeto a las leyes de la oferta y la demanda.
Hoy es imposible eludir la idea de consumo: se habla incluso del modo en que los habitantes consumimos el espacio público y la innovación está ligada directamente con el capital político. Ello nos deja solo dos opciones: ser consumidores o ser votantes. No cabe duda de que el interés social total ha sido pervertido por la mercadotecnia. En nuestro tiempo el famoso «efecto Guggenheim» ha ido mucho más lejos que la promoción de una ciudad mediante un edificio singular, ahora hay ciudades enteras que se construyen como parques temáticos. Uno de los casos límite es Asjabad, capital de Turkmenistán, que más parece un centro comercial de grandes dimensiones que propiamente una ciudad.
Andy Merrifield sostiene que existe una nueva cuestión urbana. Según la formulación anterior de Manuel Castells, la cuestión urbana era la organización de la población por parte del Estado, la gestión de los medios de producción y la reproducción de tales medios en el ámbito urbano. Pero para Merrifield la nueva cuestión se cifra en la auto-organización ciudadana y la rebelión: “Cuanto más crezcan las ciudades y se desarrolle la sociedad urbana, más se reducirá el trabajo asalariado (…) lo que dará lugar a una circunscripción política latente, en la cual solo quedará un terreno real de lucha, y no será el lugar de trabajo, sino lo urbano en sí mismo.” Según su tesis, el único modo actual de concebir el bienestar urbano está dado por el mercado, y esto solo puede detenerse mediante la revuelta popular.
PROGRAMA
Próximamente